Thursday, May 12, 2005

La batalla de Iwo Jima (1945)

Tras la malograda defensa nipona de la isla de Truk en las islas Carolinas en Febrero de 1944, debido al constante asedio a la base por parte de la Task Force americana; los japoneses no tendrían más que obligar a su Fuerza Combinada poner rumbo a otra base más segura. Sería entonces cuando el imperio nipón pondría de nuevo sus ojos en aquel remoto enclave en relación con su estrategia de establecer una base intermedia de apoyo a la aviación entre las islas Marianas y Tokio. Debido a la cercanía de la isla a Tokio y a la facilidad de su conquista (dos cualidades igualmente consideradas en el frente aliado), muchos oficiales japoneses llegaron a plantearse la necesidad de hacerla desaparecer del mapa hundiéndola en el mar o cortándola en dos en lugar de una agresiva defensa como luego se optó debido a la imposibilidad de ejecutar el plan original.
A partir de principios de Octubre de 1944 los sucesivos éxitos estadounidenses sobre el Pacífico central se iban desarrollando con asombrosa rapidez. El final de la guerra parecía, en este instante, más cercano que nunca y es en este momento cuando empezaría a manifestarse la necesidad de atacar Iwo Jima, una de las bases establecidas dentro del grupo de las islas Volcano y parte integrante del área de defensa aérea de Japón. Hasta la fecha, la táctica llevada a cabo sobre la mayoría de las plazas fuertes conquistadas no había necesitado la conquista absoluta del enclave sino que, más bien, se había optado por la técnica de rodear, aislar y dejar al objetivo en cuestión que (como se dice coloquialmente) madurase en su rama. Muy buenas razones empujaron a EEUU a la toma absoluta de la base nipona en el Pacífico pudiéndose enumerar a partir de la cercanía de la que disfrutaba la base con respecto al corazón del imperio: Tokio. Exactamente a escasas 650 millas.
Por otro lado, las grandes pérdidas acontecidas entre la flota aérea de bombarderos B-29, junto a la pérdida de autonomía de los mismos al tener que ser acompañados por cazas y la necesidad de encontrar bases más cercanas al Japón, hacen fijar al gobierno en Washington la fecha para dicho ataque: el 19 de febrero de 1945. Iwo Jima era un territorio tradicionalmente japonés y su conquista no significaría simplemente un absoluto duro golpe para la moral de Japón, que lo fue, sino que su pérdida significaría la obtención de un puesto privilegiado que era de vital importancia estratégica. Esta isla bien mereció su fama de auténtica epopeya al comprobar las fuerzas estadounidenses la fortaleza y la particularidad de su defensa por la que llevaría a estos dos rivales a una gloriosa batalla. La pérdida de la islas Marianas, a mediados de 1944, por parte de los japoneses les haría modificar irremediablemente la línea de defensa aérea de su imperio en la que se incluía Iwo Jima, Okinawa, Taiwán, Shangai y Corea del sur.
El día 8 de diciembre de 1944 se daría comienzo un ataque de "ablandamiento" que, duraría 72 días, sometería al más pesado bombardeo aquellos puntos más destacados de la isla. Algunos optimistas creyeron que tras tal intensidad la isla quedaría neutralizada pero únicamente los propios marines serían los que, tras su desembarco, comprobarían la falta de fundamento de semejante esperanza. Las primeras fuerzas norteamericanas desembarcarían un 19 de Febrero de 1945 en la isla apoyadas de un sistemático ataque aeronaval. El primer objetivo era el monte Suribachi al sur de la isla. El general Tadamichi Kuriyabashi fue el encargado de la minuciosa estrategia de defensa que los japoneses habían tramado en la base. Ésta se basaba en la creación de bunkers o posiciones defensivas a 10 metros bajo tierra y enlazadas subterráneamente unas con otras mediante pasadizos conformando una auténtica tela de araña. La inofensiva apariencia de dunas, peñascos, gargantas... que adoptaban dichos fortines subterráneos sería una de las tácticas más sangrientas de la historia.
La estrategia "sin supervivientes japoneses" de los propios nipones resultó inédita ya que en todo momento planeaban no sobrevivir y, por cada soldado derribado en el campo de batalla, diez marines americanos sufrirían idéntico macabro destino incluso en el momento en que ellos mismos estuviesen ya muertos (cadáveres suicidas). Con este pensamiento los japoneses nunca imaginaron que, en realidad, estaban condenados a una autodestrucción. El fuerte asedio estadounidense sobre la isla provocó el heroico viaje de valientes pilotos nipones que, a través del riguroso ataque estadounidense, hicieron llegar armas a la isla procedente de Japón.
La batalla terrestre en el mes de Marzo continuaría con un progresivo acercamiento al resto de la isla a partir del incesante fuego de mortero y bombardeos. La cifra de 100.000 hombres batallando en una pequeña isla, la tercera parte de Manhattan, es un dato que nos produce una rara sensación al saber que ningún soldado japonés fue visto sino que se podían adivinar a partir de su fuego procedente de las entrañas de la tierra. No había líneas de frente de batalla, es por ello por lo que resultó de gran utilidad para los estadounidenses el uso de gas líquido, NAPALM y granadas de mano y así poder acabar con el enemigo. Asombrosamente el ataque se realizaría en varias oleadas, las fuerzas estadounidenses realizarían continuas incursiones que les iría abriendo paso a través de la isla. Cada vez que los marines rompían una barrera se encontraban con otra aún más fuerte y mortífera.
El error fatal de los japoneses fue el de dejar a los estadounidenses llegar a tierra con todos los efectivos posibles. El precio de poder hacer llegar el primer B-29 con su caza escolta a la isla rumbo Japón resultó enorme; entre las cifras norteamericanas se cuentan 6821 soldados y marineros, el hecho de que se empleasen 6000 litros de sangre en transfusiones de sangre y que 2650 hombres fuesen reconocidos no aptos para el combate a causa del agotamiento. Entre las cifras japonesas rescatamos la singular anécdota que dejó pasmados a los propios adversarios de que 21000 japoneses defendieron la isla y sólo se hicieran prisioneros a 1083, el resto morirían por su patria. Si para la toma de una isla a 600 millas de Japón habían invertido tanta inversión material y humana ¿cuánto más les haría falta a los estadounidenses para caer sobre Tokio?.